La Columna de Ildiko – Hablemos de placeres
¿Qué son los placeres? ¿En qué se diferencian de un capricho o de una necesidad? ¿Cómo se vinculan con la literatura?
De acuerdo a su definición, placer es un concepto que refiere al deleite o regocijo que se experimenta al hacer o lograr alguna cosa que provoca agrado.
La importancia de definir y nombrar los conceptos por su nombre proviene de la complejidad de la comunicación. Ya en 1974 Roland Barthes se preguntaba sobre “El placer del texto” y en su búsqueda afirma: La escritura es la ciencia de los goces del lenguaje.
Y existe la necesidad de escribir, como una pulsión incontenible que nos asalta porque la lectura o las palabras nos desbordan (se nos desbordan).
Los límites son difusos y dependen de muchas circunstancias. La más poderosa: el punto de vista de quien quiere discernir y categorizar.
Pero placeres hay muchos y variados. En Dinamarca, incluso tienen una palabra que denomina los placeres o la felicidad cotidiana. Se dice que los daneses son los más felices del mundo.
Por estos lares, tenemos algunos placeres que deberíamos hacer cotidianos.
La belleza y los zapatos
En la peluquería, otras mujeres como yo también esperan que el color les renueve las ganas. Los empleados atareados alternan cabezas haciendo preguntas y conversando lo mínimo indispensable. Pero te llevan a la pileta y el placer de que te atiendan y te laven el pelo es tan grande que el mundo parece desaparecer. Salís de ahí renovada, con ganas de comerte el mundo. Te sentís Afrodita emergiendo en el Monte Olimpo con todos los dioses rendidos a tus pies. Y si hablás de pies, se te ocurren los zapatos viejos en los que tu humanidad se expande y se desliza sin dificultad. Pero también se te ocurren las vidrieras se las zapaterías con su oferta feroz: estiletos, clásicos, sandalias, botas, tacos, plataformas… los necesitás todos y en varios colores. Cada uno con su energía particular.
Los aromas
Lisa Tomaschewsky: “Lo mejor que te puede pasar es enamorarte de alguien con el olor adecuado”. Ah, el perfume de las personas que amamos…
El perfume de nuestro amado que nos anticipa el encuentro. O el olorcito de nuestro pequeño bebé: esa mezcla dulzona y ácida.
La comida
Nada como aquellos bocados que nos trasladan a nuestra infancia o nos estimulan los sentidos. Se come con todos los sentidos: el aroma del pan caliente ya nos anticipa un banquete… O anticiparse al gusto con el primer encuentro con la mirada: nos dicen las abuelas que la comida entra por los ojos… Los árabes dicen que hay que comer con las manos para sentir el alma de los alimentos y qué placer tan grande poder hacerlo.
No vamos a entrar en detalle porque ya se nos hace agua la boca…
Los libros
Recorro la biblioteca y miro los estantes llenos de libros que fui comprando y recibiendo a lo largo de mi vida. Cada uno tiene una historia particular. Los miro, paso mi dedo por sus lomos, me detengo en algunos, los saco de ese orden/desorden que es mi biblioteca. Lo hojeo, lo huelo, lo siento. Recorro sus páginas como queriendo asir el tiempo de lectura. Me asombro con algunas de sus palabras que despiertan mis sentidos y mi memoria.
Muchos se hicieron parte de mí. Me marcaron. Siento que llevo un cartel con sus páginas y el placer de relectura nace en una conversación con esos personajes de los que me encariñé en el pasado.
Libros de tapas duras, con ilustraciones, libros pequeños, con letra minúscula, libros de los autores que me hicieron escritora, libros de lectura obligatoria que odié en un principio y luego también.
Amados libros míos.
El deseo de inmortalidad viene a mí solo aparejado con el deseo de leer eternamente. Leer todos los libros de esa biblioteca que construí y me construyó.
El té
Algunos placeres se potencian cuando los unimos. Es propicio dejar de lado quejas y situaciones negativas y recuperar algunos rituales que nos configuran como personas.
El ritual amoroso de tomar el té es un placer que debemos resucitar. Y compartir con amigos. Una búsqueda de felicidad cotidiana.
La lectura
Meterse a la cama con un libro y una taza de té. Los buenos libros son aquellos que nos hacen sentir que nosotros somos los protagonistas, esos que nos dejan una marca, una huella… nos dicen un poco quiénes somos o quiénes queremos ser.
Escribir
Ningún placer se compara con la traducción de tus pensamientos en palabras. El roce de tus dedos sobre el teclado o sobre una libretita de notas. Ese deslizarse por las letras que se van organizando presurosas ante la extrema velocidad de tus pensamientos. Nunca son tan veloces tus dedos y algunas palabras se pierden en el proceso. Pero leés ese texto organizado en la página en blanco y lo vas modificando, dándoles forma, cambiando el orden, reescribiendo y corrigiendo. Lees la oración anterior y te preguntás si el uso del gerundio es correcto. Entonces se activan nuevos pensamientos y el placer por el conocimiento. Mientras más se sabe más se disfruta.
PLACERES