Las trampas de la percepción y el artilugio de los colores
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En un registro distendido pero sin renunciar al rigor científico, el creativo publicitario y ensayista Jean-Gabriel Causse reflexiona en su libro El asombroso poder de los colores sobre los artilugios de la percepción a la luz de estudios científicos recientes sobre la influencia psíquica y fisiológica de los colores que incluyen las experiencias de artistas como Claude Monet y Henri Matisse, así como del creador de Facebook, Mark Zukerberg.
La sensación de color, explica Causse, surge de la fusión entre ese conjunto de percepciones descifradas por el cerebro, una operación que tiene lugar en la región occipital, lo que en cierta medida habilitaría enunciaciones del estilo «No veo los colores con los ojos ¡sino con la nuca!».
El asombroso poder de los colores, publicado por El Ateneo, da cuenta de la evolución de las teorías del color desde que Albert Einstein postuló que la luz visible no era más que «una vulgar onda electromagnética, pero también un haz de fotones» y explica la influencia de algunas de algunas hipótesis -hoy refutadas- sobre los artistas plásticos, como el impacto que tuvo en el inglés William Turner, denominado «el pintor de la luz», la visión del escritor y científico aleman Johann Wolfgang von Goethe.
Casse toma el caso de otro artista, el impresionista Claude Monet, para graficar los efectos que genera el envejecimiento de la córnea sobre la percepción de la luz: el creador de la serie de los «Nenúfares» modificó su paleta de colores cuando empezó a padecer de cataratas, lo que devino una inclinación hacia las tonalidades amarillas y rojas.
Pero tras la intervención quirúrgica que le practicaron a los 82 años, el artista volvió a escoger los azules y ensanchó su espectro hacia la gama de los ultravioletas, según se desprende del análisis de los colores utilizados para pintar los tallos de las flores de sus últimos lienzos.
Casse acredita una trayectoria interesante en su larga relación con el mundo de los colores: egresado de la Escuela Superior de Publicidad, en 2007 fundó la marca textil Bluebertzel, que utiliza exclusivamente colores legendarios como el de los ojos del cuadro «La Gioconda» o el azul que revistió al cohete Apolo 17. Y convocado por su experiencia sobre el efecto energético de los colores, en 2012 diseñó los pabellones del Hospital Psiquiátrico Infantil de Marsella.
El autor sostiene en su ensayo que la especie humana tiene una memoria muy imprecisa de los colores, pero aun así se sumerge en el dilema de dirimir cuántas tonalidades distintas es capaz de apreciar el cerebro: 150 tintes monocromáticos según los expertos en colorimetría, lo que lleva la cifra a 300.000 si se toman como variables la luminosidad y la saturación.
«No somos iguales en la percepción de los colores -alerta Casse-. Las mujeres tienen, en general, una mejor percepción que los hombres. Un estudio por resonancia magnética demuestra que las respuestas cerebrales del área visual difieren, entre los hombres y las mujeres, en un entorno azul».
El autor explica también la patología de los daltónicos, que tienden a confundir ciertas tonalidades como consecuencia de una anomalía en el cromosoma. Esta afección es limitante para algunas profesiones como la de controlador aéreo o piloto de línea, pero no fue determinante, por ejemplo, para el fundador de Facebook, Mark Zukerberg, que eligió el azul como fondo para su icónica creación porque «es el único color que ve correctamente».
La investigación de Casse se interna en otros territorios interesantes, como la relación entre percepción y rendimiento visual, que difiere de una persona a otra según la luminosidad -así, los ojos rasgados de los asiáticos sufren menos la luz fuerte que los de los caucásicos-, la superficie mate o brillante, el ángulo de refracción y la distancia entre el objeto y el ojo.
«Un metro cuadrado de azul es más azul que un centímetro cuadrado de azul», cita el autor al artista francés Henri Matisse, un virtuoso en la utilización de la paleta cromática.
Casse ofrece indicios del comportamiento de los colores que pueden leerse como una deformación profesional de su antigua profesión de creativo pubicitario: dice por ejemplo que el violeta -tono frío- parece más cálido a lado de un tono frío como el azul pero que se torna aún más frío si se lo coloca al lado de un color cálido como un naranja. Del mismo modo, el amarillo-verde puede lucir más frío al lado de un color cálido.
Para los carteles publicitarios, el autor recomienda -en orden decreciente de legibilidad- negro sobre amarillo, negro sobre blanco, azul sobre blanco, verde sobre blanco y verde sobre amarillo. «El negro y el amarillo son, por lo tanto, los colores que presentan el mayor contraste para nuestros ojos», sostiene.
Casse se sumerge también en los hallazgos de la epigenética, una rama de la biología que investiga la influencia de la experiencia y el entorno de una persona sobre la herencia genética de sus descendientes a través de múltiples generaciones posteriores.
«Si su abuelo paterno ha sido torturado durante la Segunda Guerra Mundial en una habitación verde, puede ser que su padre, usted mismo y su hijo detesten el verde, sin saber por qué. El trauma de su abuelo ha podido modular la actividad de algunos de sus genes, sin que hubiera mutación de ADN», ilustra el ensayista.
El asombroso poder de los colores se expande también en otros items convocantes, como la influencia de la oferta cromática sobre las aulas y las oficinas -asegura Casse que la productividad es mejor en aquellos ámbitos con color que aquellos donde predomina el blanco-, así como también la relación entre el color y áreas como el deporte y la farmacología.