7 mayo, 2024

Historias secretas detrás de fotografías argentinas

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En «Historias de fotógrafos» (Sudamericana) Zimmermann (Buenos Aires, 1950) escribe ficciones «basadas en hechos reales» e inspirada en fotografías concretas: son tramas ajenas de tres siglos de identidad argentina que le llegaron a su oído, que leyó o investigó, recortes reales a los que le sumó dosis de magia, realismo y miedo, un cóctel narrativo donde logra exponer -a partir de la experiencia de otros- sus propias dudas sobre la labor a la que está abocado hace más de 30 años.

Parece alguien nuevo en esto del transvasamiento de lenguajes -de la foto a la literatura- pero no. Además de los trece libros de fotografía editados, tiene cuatro novelas inéditas, y escribe desde sus más tiernos años de infancia, casi en simultáneo a esos tiempos cuando su hermano mayor le enseñó a revelar en platos de sopa, pero con menos intensidad que en las épocas en las que recorría el país -equipo al hombro- retratando gente, tierras del sur, ríos conquistadas y hombres sudamericanos.

«Siempre escribí. Lo que me pasa es que soy un fotógrafo realista y esa tensión que produce la realidad en la foto donde se resuelve en un instante o ese stress al tomarla y resolver una historia, en literatura es completamente lo contrario, agarro una persona, la mato y la resucito», grafica.

Y si bien recorrió pueblos, rutas y ciudades buscando un norte fotográfico, Zimmermann dice: «La literatura es como una libertad. Me parece que me pasé casi toda mi vida tratando de resolver y de contar el mundo en un foto, en este caso tome una foto y conté una historia. Hice lo contrario».

En su libro de relatos cortos -el autor estudió escritura con Juan Forn y Guillermo Saccomanno ayudó con una pulida final- Zimmermann, en definitiva, habla de la Argentina, como en sus «libros de fotografía», aclara. Apuesta a una identidad local, a una historia detrás de los episodios que configuraron esa construcción nacional.

Con la foto en cuestión al final de cada cuento, el autor edifica con un trazo cálido y vibrante, giros lingüisticos acertados y diálogos realistas, por ejemplo, la valentía que le impuso a Esteban García una montaña de cadáveres en la Guerra de la Triple Alianza o el amor durante la cruenta «Campaña del Desierto» entre el italiano Antonio Pozzo y una vigorosa morena, la Pasto Verde; incluso esa magia que puede rodear la foto de una ballena azul que cruza el continente para ser vista por una sola persona.

Zimmermann teje ficciones sobre la tensión sexual que el último varón ona generó en su asesino; la paradoja de la ceguera de Grete Stern en la fotografía; los días del Che Guevara como fotógrafo en México; equívocos en Japón entre Sara Facio, Alicia D’Amico y sus retratados, Neruda y Cortázar; el baño de un hombre-dinosaurio en el norte sanjuanino; la única imagen de una mina en la sierra jujeña y el misterio del mito de ‘El Coquena’; lo efímero y lo perdurable en la vida (y fotos) de Benito Panunzi y la soledad insondable ante el recuerdo del gran amor.

«El valor, el coraje y la mentira en la fotografía es mi experiencia como fotógrafo. Los cuentos van en ese sentido, hablan de un fotógrafo muy cobarde, de otro valiente, situaciones mágicas. La fotografía tiene un poco de verdad y un poco de mentira. Puede resumir un acto de coraje o de cobardía, un momento romántico o una cosa fría, la fotografía puede también abrir los ojos a ciertas realidades», explica el autor.

En estas narraciones, Zimmermann expone «la pulsión no siempre visible en la obra de fotógrafos que registraron rasgos esenciales de la Argentina» con una selección de imágenes que hablan por sí solas, pero que no dejan de tener una trastienda fascinante. «Detrás de toda foto siempre hay una historia, yo me olvido de muchas cosas, pero jamás de las circunstancias que rodearon una toma. Siempre hay situaciones maravillosas, duras o complicadas que te tocan una cuerda y abren una puerta hacia otras cosas», dice.

Además del bello ejercicio literario, el autor deja ver quizás de forma «casi inconsciente» su experiencia: «Mis dudas de cómo a veces se fuerza una toma, si es verdadera o no».

«En el fondo -reflexiona- las dudas sobre la fotografía son sobre lo que uno dice y habla. Desde hace mucho que fotografío únicamente a la Argentina, pero siempre dudo si la mirada sobre lugares que uno no conoce o que conoce poco es justa o injusta. Como fotógrafo siempre me pregunto sí lo que hago sirve para algo o no, si le llega alguien o si el formato libro o muestra es válido».

«Yo me pregunto muchas cosas -confiesa-, pero soy bastante activo. En el camino me voy dando cuenta de cosas, me pasa lo mismo con la literatura, por ahí escribo cinco páginas de golpe y después voy dejando lo esencial. Lo que tiene de maravilloso y de fatal la literatura es que podés corregir y corregir. Uno escribe y a veces los personajes se adueñan y te van llevando. En fotografía, cuando disparaste, disparaste, una expresión no la arreglas».

Con un primer libro literario publicado, un volumen interesante por su dualidad entre ambos lenguajes, un breviario contundente de historias desconocidas sobre fotos conocidas, Zimmermann se sincera sobre sus dos facetas: «Soy un fotógrafo que escribe, voy cambiando de lenguaje. No soy escritor sino que me gusta escribir o como dice un amigo ‘tenés un cierto nombre como fotógrafo como para arruinarlo como escritor», concluye entre carcajadas.

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