9 mayo, 2024

Teresa Burga resurge en el Malba

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La obra experimental de una de las figuras más prominentes de Perú, llega a la Argentina en el marco de un proyecto del Malba que busca recuperar un valioso corpus artístico realizado por mujeres y excluido de la historia del arte contemporáneo Latinoamericano.

Se trata de «Estructuras de aire», exhibición que hasta el 16 de noviembre próximo puede visitarse en la Sala 3 del primer piso del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, ubicado en avenida Figueroa Alcorta 3415, y que reúne un «corpus potentísimo y sofisticado que permaneció en la oscuridad durante 25 años».

Nacida en Iquitos hace 79 años, Burga cuenta con una abundante producción realizada entre los 60 y 70, que en los últimos cinco años se exhibió en Estambul y Berlín hasta llegar a la actual Bienal de Venecia, pero que permaneció invisibilizada hasta 2007, tras ser descubierta por los curadores peruanos Miguel López y Emilio Tarazona dentro de una investigación sobre arte experimental peruano.

Curada por López y Agustín Pérez Rubio, director del Malba, «Estructuras de aire» es precisamente el nombre de una de las piezas que adquirió recientemente el museo, «la cual consiste en una especie de habitación donde hay unas columnas de aire que el visitante percibe, pero que se deshacen cuando entra en contacto con ellas», explica a Télam López.

Son esculturas hechas para desaparecer, para disolverse, piezas capaces de establecer el juego de la artista con la materialidad así como de representar su forma de operar, «muy relacionada con las estructuras musicales, diagramas matemáticos, sistemas de información y metodologías de clasificación», describe el peruano.

«Una bonita metáfora -profundiza el curador- que alude a toda esa estrategia de organización y clasificación de datos y a la poética de lo inmaterial, de lo efímero, de la pérdida y la disolución de la obra de arte que es lo que trata Burga particularmente en las obras que ahora exhibe el museo».

Todas ellas, repasa, producidas entre los años 60 y 70 y ninguna exhibida en aquel entonces, «momentos en que Perú vivía un régimen militar nacionalista que ensalzaba una idea de lo nacional a través de lo indígena y folclórico», un repertorio visual en el que la obra de Burga no encontraba sustento.

Cuando la artista -formada en Estados Unidos y fascinada con la ciencia- intentaba exponer sus creaciones, «la respuesta que obtenía es que lo que hacía no era arte peruano, simplemente porque no encajaba con esos modelos más tradicionalistas de lo nacional», remarca López.

A esto se suma que parte importante de esa obra aborda el cuerpo de la mujer y las representaciones de lo femenino -con fuertes críticas a los estereotipos de belleza y el trabajo doméstico-, lo cual sirvió para ingresar al debate de la invisibilidad de muchas artistas mujeres contemporáneas en la historia del arte latinoamericano que por estos días propone el Malba.

Un aspecto que tampoco fue suficientemente investigado en nuestro continente, indica López, y que en Burga encuentra «una genealogía desde el cuerpo y la sexualidad aún desarticulada, en proceso de construcción».

«Para las mujeres la situación ha sido históricamente desigual -explica-, por lo cual debieron asumir una serie de roles en disparidad de condiciones que significaron además su presencia limitada en esos relatos».

Las producción de Burga ingresa a ese debate «utilizando el lenguaje de las ciencias, lo matemático, lo arquitectónico y la mecánica -resume López-: Oficios y profesiones considerados normalmente o culturalmente masculinos, impropios de lo femenino, como el trabajo con máquinas, sistemas u objetos tecnológicos lumínicos», que dan forma a toda la exposición.

Por su parte, Pérez Rubio remarcó que Buenos Aires es una de las pocas ciudades latinoamericanas en las que Burga expuso durante los años 60, tanto en 1966 en la Galerí­a Siglo XX (una serie de grabados), como el siguiente año junto al grupo Arte Nuevo en la Galerí­a Lirolay.

Burga tuvo sólo dos apariciones públicas en el contexto artí­stico limeño de los años 70: «Autorretrato. Estructura-Informe 9.6.72» (1972), y «4 mensajes» (1974), ambas exhibidas en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA).

Desde mediados de los 60, desarrolló una lógica de trabajo fundada en el azar, en el encuentro inesperado con imágenes, elementos o métodos, «una idea que la llevó por distintos caminos: desde la exploración de la aleatoriedad en los lenguajes cientí­ficos, pasando por la producción de obras a través de instrucciones que admití­an un número de variantes, hasta el dibujo y copiado de imágenes encontradas», señaló el director del Malba.

Pero fue «a partir de su asimilación del concepto de obra abierta, que sus obras e imágenes permitieron múltiples formas de resolución espacial, o la participación de varias personas en su realización, privilegiando la idea de proceso por encima del resultado», concluyó.

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