19 mayo, 2024

Historia de una idea: «El Clan»

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Si alguna decepción produce, incluso podría achacársele a él mismo: su vara es tan alta que la mínima alteración parece una falla, una baja en su estándar. Pero no hay nada de eso: sólo fluctuaciones de un realizador que no deja de desafiarse, más que nada en su pericia para ser entretenido sin vulgarizar, profundo sin rebusques, artísticos sin remilgos. El Clan (la película argentina más taquillera del año en tan sólo cuatro días), lo demuestra: la historia de la familia Puccio, que a principios de los 80 realizaba secuestros extorsivos de amigos y vecinos de su barrio, San Isidro, que por lo general terminaban en la muerte de la víctima, hurga más en las relaciones familiares y sociales que en la acción o la trama policial.

-Había muchas películas posibles para filmar la historia de El Clan. Podías partir desde los integrantes de la familia ya presos, o de un punto más inquietante aún, el origen de cómo se instauró y normalizó la dinámica de los secuestros extorsivos en ese seno familiar. Vos elegiste en cambio, un período muy preciso, que va de 1982 a 1985. ¿Qué te motivó a concentrarte en ese lapso de tiempo?

Centrarme en ese período fue el resultado de un largo proceso de investigación. Si bien es un caso muy conocido, también es un caso sobre el que hay muy poca información realmente. Las noticias que salieron en aquel entonces, en los ’80, estaban más vinculadas a la sorpresa de una familia de criminales de clase media, en pleno barrio de San Isidro, con un jugador de rugby como integrante de esta historia siniestra. Al seguir profundizando, descubrí que había muchos temas interesantes sobre esos años, desde el final de la guerra de Malvinas a los primeros años de la democracia. Sentí que que era un momento sobre el que el cine no se había detenido tanto. El cine habló mucho sobre lo que sucedió antes y después, pero no tanto sobre esa transición. Eso fue muy estimulante, llegar a la conclusión de que no sólo es la película sobre los Puccio, y los cuatro casos criminales clásicos, sino más bien la historia de un tiempo que hizo posible que un clan como el de los Puccio existiera. La idea fue que partir de una historia íntima, del relato de la familia y sus actividades, se pudiera cubrir una horrorosa etapa de la Argentina.

-¿Por qué decidiste hacerla justo después de Elefante Blanco?

-Bueno, por una razón que quizás es medio pava, pero es muy simbólica y clara: Elefante Blanco es muy contemporánea y de una situación de “mucha cercanía”, porque tampoco es que nosotros sabemos cómo es la vida de esa gente, es sólo una ficción. Sentía que quería alejarme un poquito de esa cosa de la inmediatez. Pasó que en medio surgió el proyecto de la India (que comenzó a hacer luego de Elefante Blanco pero quedó trunco), porque me acuerdo que anuncié el proyecto de los Puccio y Arquímedes, cuando supo que iba a hacer la película, dijo que quería que lo vaya a entrevistar (a la cárcel). Eso fue octubre o noviembre del 2012 y creo que Puccio murió a los cinco meses. Y ahí empezó todo este proyecto de la India, empecé a viajar y quedó en la nada. Y mi motivación es que era algo tan extremo, que sentía que para mí también era un desafío muy grande hacerlo verosímil, algo que cuando lo contás, la gente te para y te dice: ¿cómo?, ¿decilo de vuelta? No, no, no, estás inventando. Y también significaba mi primera peli de época, de pasar de una muy contemporánea, como Elefante Blanco, a una donde el hecho de que fuera de época también, naturalmente, la hacía más abstracta, porque así como es una interpretación del caso es una interpretación de la época.

La abstracción permite abrir hipótesis que los hechos, por sí solos, no develan. Además de un ejercicio lógico, resulta un juego, cual niño que despliega sus batallas en las que todo tiene un por qué. “Era parte de lo que alguna manera quería hacer y por lo que acepté el proyecto de la India: era muy abstracto ir a filmar a la India, pero era lo lindo del proyecto. Hace muchos años que tengo un agente americano, que me trae guiones, pero las cosas que me había mandado nunca me animaban del todo. Y el de la India tenía algo de este mundo abstracto que es lo opuesto de lo que fue para mí filmar en la villa (Elefante Blanco). Y en El Clan hubo que construir decorados. El más evidente trabajo de construcción es el que hacemos con Guillermo (Francella), pero así fue con todo, con cada elemento, desde la lapicera hasta la mesa. Y fue un trabajo muy lindo. Y más lindo hacerlo después de una película como fue Elefante…, que era la calle, la villa.

–¿Francella era parte del desafío?

–Sí, totalmente. Pero el desafío más grande y que para mí fue lo más novedoso que tiene la película es que fuera un caso real. Si bien en general hago trabajo de investigación por la naturaleza de mis películas, acá lo más fuerte es que hablaba con los familiares de las víctimas, con las personas que habían estado involucradas directamente, y llevan sus nombres propios en la película. Este proceso me emocionó mucho porque es nuevo. Y en ese sentido, hacer eso con Guillermo, que es un actor que tiene un registro muy distinto al que juntos queríamos hacer, era un desafío doble porque no era un registro inventado (por supuesto que es una interpretación) sino basado en un Arquímedes real. No solamente era el ejercicio de encontrar un tono y explorar junto con Guillermo algo que de por sí era un desafío para los dos, sino que había uno extra, había un referente, no un personaje que surgía de la nada. Igual, de vuelta, son reconstrucciones subjetivas, pero hay un Arquímedes en la vida real, de donde va a salir naturalmente la comparación.

-¿Tenías una visión cercana a lo que llegaste a descubrir?

-No porque sabía muy poco. Y muchas cosas cambiaron. Las noticias que iban saliendo cambiaban. Al principio había mucha gente que pensaba que era un error, entonces lo que leí en ese momento que ni siquiera estoy seguro que haya sido en ese momento -porque la noticia salta unos años después, no apenas los atrapan-, es que mucha gente creía que eran inocentes. Hasta hoy hay gente que sigue pensando eso (ríe). Entonces aprendí muchísimo. Hubo gente que quise entrevistar, que no quiso: ‘no, no estamos de acuerdo con que se siga diciendo esto de ellos’, decían. Es muy fuerte eso.

El cine de Trapero, que en un inicio se ocupaba de la construcción de (un operador de grúa, un policía de la bonaerense), para luego conformarse como la búsqueda casi desesperada por salir del descarrío (Leonera, Carancho), en sus últimas películas se convirtió en una observación sobre momentos y relaciones que en primera instancia aparecen como aleatorias pero que resultan centrales (acaso por ser aleatorias) para dar cuenta de singularidades que hablan como ningún relato sobre por qué las cosas suceden de una manera y no de otra. “El film cuenta varios años, del 82 al 85, y entonces, lo que está documentado ayuda a comprender, en el contexto de la película, como todo ese universo participa de alguna manera o influye en la historia de estos personajes; la peli dialoga directamente con su contexto, y por eso, esto de encontrar el material, procesarlo, nos llevó mucho tiempo. Pero no quiere decir que hay material documental de los Puccio mismos. Tiene que ver con la idea de un clima de época.

–¿Cuál es el género de la película?

-De la misma manera que está el género en Leonera: tiene todos los elementos de una película de cárcel, de otra manera, pero están. El Clan es tan de género como podría ser policial El bonaerense. Diría que es como un thriller melodramático o un melodrama thriller; una mezcla entre melodrama y thriller. En algún lado hasta para los que les gusta -quizá nunca lo vean-, para mí hay silenciosos y pequeños homenajes a (Luis) Buñuel.

-¿Notás que hubo cambios en tu narración?

-En general, así como puedo reconocer cosas de lo cotidiano, qué hacer, qué no, me cuesta hacer esos análisis como retrospectivos. Podría decir que Familia rodante es más coral, pero esto no se parece en nada en la estructura de cómo funciona Familia rodante. Puede ser que haya algo; que sea un hecho real me obliga a repensar mi manera de escribir: hay un montón de decisiones en una ficción que está inspirada en hechos de la realidad que son muy diferentes -por lo menos como yo me lo planteé- aunque siga siendo una reconstrucción y muy subjetiva, porque por ejemplo nadie me contó cómo hablaban Arquímedes y Alejandro cuando estaban solos: nadie estuvo con ellos. El mayor esfuerzo que podía hacer para tener esa información, lo hice, porque me interesaba que algo de eso fuera quedando. Eso sí es muy nuevo. Y en algunos casos me ceñí como a un trabajo muy revisionista; eso es nuevo, seguro.

-¿Te influyó o te movió en algo el proyecto de Telefe?

-No, ya estábamos filmando. Además tampoco sabía en ese momento ni qué iban a filmar, ni qué parte de la historia iban a elegir. De hecho no lo sé hoy tampoco. No sé en qué parte de la vida de ellos se concentraron. La vida criminal, sobre todo de Arquímedes, empieza mucho antes de cuando empieza mi película.

Y en verdad parece no molestarle. Después de todo, “la idea de los Puccio es una cosa” que asegura pensar desde el momento mismo que empezó cine. ¿Por qué sucedió en 2015? “Recién después de Elefante Blanco sentí que estaba como para encarar un proyecto así; antes simplemente no podría haber tenido el dinero, o la estructura, o sentirme en condiciones para el desafío”. < El Caballero nombrado en Francia El 30 de junio Pablo Trapero fue distinguido como Chevallier L’Ordre des Arts et des Lettres por el Ministerio de Cultura de Francia, o sea, Caballero. La condecoración, cuya ceremonia tuvo lugar en la embajada de Francia en Argentina y llevó un buen tiempo para su concreción, ya que había que combinar muchas agendas, es llamativa; y más para un director de cine argentino. “Algo raro –admite con cierto pudor–. Me enteré leyendo una nota que es la primera vez que se lo dan a un director, por lo menos latinoamericano. Y tampoco hay mucho antecedente de director, con lo cual me resulta más sorprendente. Tampoco me queda del todo claro qué significa. Lo que entiendo que ayuda para difundir la cultura. -Te ponen en un lugar más de icono cultural. -Es raro porque no es en un festival de cine, no es mi círculo habitual. En Ventana Andina (el festival de cine que se realiza en Jujuy) me hicieron una retrospectiva, y todas esas cosas que tienen que ver con la trayectoria, primero me dan un poco de fobia, y después que yo por lo general las asocio con lo que te pasa cuando ya no filmás más. Yo salía de la postproducción (de El Clan) y tenía que dar un speech, y llegué y no sabía qué decir; después terminé hablando 25 minutos y todos se reían porque iba improvisando. Fue muy emocionante. Además estaba (Manuel) Antín, por ejemplo, porque me pidieron que invitara a gente que me parecía importante. Estaba Manuel, que no va a ningún lado, y me emocionó mucho verlo. Hasta ese momento para mí era algo como un trámite, pero tiene esas cosas de las ceremonias: ahora freno de mano, escuchá lo que te están diciendo y por qué te homenajean. Que no era por una peli, sino por lo que representaba el conjunto de películas, que obviamente tiene mucho que ver con la relación que tienen mis películas con Francia. Una de las cosas que me gustó es que decían: tus películas son muy esperadas por el público; y hoy espera El Clan. Entonces eso también es estimulante. Trapero cuenta el agasajo algo extrañado, como si eso no lo pudiera haber sucedido, o que de alguna manera es un reconocimiento excesivo. “Fue muy emocionante. En un momento dije que me dudaba de devolver la medalla como John Lennon devolvió el título de Sir; dije: ‘No estoy haciendo una comparación de nivel sino de la fobia que me da la situación’, y se rieron. Pasé por muchos estados en ese momento, pero fue muy lindo”.

– La banda de sonido es muy atractiva, y por momentos las canciones ofrecen un contrapunto de ironía muy interesante.

Fue un buen desafío. Desde el guión ya estaba por ejemplo la canción Sunny afternoon, de The Kinks. En el montaje surgió la idea de usar Wadu wadu, deVirus, y Just a gigolo, de David Lee Roth. Canciones que corresponden a esos años, mezcladas con otras cosas más clásicas, de bandas como Creedence, o cantantes como Ella Fitzgerald.

Fuente: Tiempo Argentino.

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