25 abril, 2024

Distractores

por Ildiko Nassr

Enciendo la computadora y, mientras, se cargan las actualizaciones, pongo el agua y preparo todo para tomar unos mates. Abro simultáneamente Facebook y Word. Reviso las noticias. Controlo las fechas de cumpleaños y saludo a los más cercanos. Me levanto de la computadora porque el agua está a punto de hervir. Me cebo un par de mates. Vuelvo a sentarme frente a la computadora. Reviso Instagram, me distraigo con algún video de cocina. Ah. ¿y Twitter? Reviso si hay posteos recientes sobre twitteratura. Me indigno porque muchos confunden brevedad con banalidad. Regreso a Word. Tengo que escribir. He dejado inconcluso un cuento. Quizá lo pueda presentar en algún concurso. En mi libreta de notas, tengo un listado de pendientes. Entregar un formulario, renovar la planilla prontuarial, presentar informes en mi trabajo… el listado va creciendo a medida que surgen nuevas actividades. Me aparece una notificación de Facebook. Alguien ha comentado mi estado. Aun no leí lo que había escrito del cuento y lo postergo para leer lo que comentaron. Me entretengo nuevamente con lo que comparten mis “amigos”.

Tengo que escribir, me repito. Enciendo el televisor. No puedo comenzar el día sin estar informada. Hablan de un caso de acoso escolar: un preceptor que “seduce” a sus alumnas menores de edad. Indignante. Podría utilizar algunos elementos para un nuevo cuento. Tomo algunas notas.

Reviso el cuento que deseo completar. Lo leo y corrijo algunos errores de tipeo y sintácticos. Me enaltecen algunas imágenes poderosas. Será cuestión de horas para continuar la escritura y podría terminarlo para cumplir con los plazos del concurso.

El timbre me saca de ese pensamiento. Suena una vez. No voy a abrir, decreto. Suena otra vez, ahora reiteradamente. Tengo que abrir. Son unos amigos a los que no veo hace tiempo. Los hago pasar, les invito té, mate, café. Abro un paquete de galletas. Conversamos. Suena el teléfono. Atiendo. Es una encuesta que respondo con parsimonia. Mis amigos se despiden.

Ahora sí voy a poder terminar de escribir. Me siento frente a la computadora y escribo sin parar por un tiempo que no sé definir. Suena otra vez el teléfono. Atiendo y es para ofrecerme un servicio Premium de telefonía fija. No me interesa. Regreso a la máquina. Inmediatamente me levanto. Ha bajado la temperatura. Busco abrigo.

Regreso. Se me deslizó un error en la última oración que escribí. Releo todo el cuento. Me empantano porque no sé cómo continuar. Reviso mis redes sociales nuevamente.

Salgo de casa. Caminar me ayudará a alimentar las ideas y poder encontrarle las palabras para el cuento. En la esquina me encuentro con una vecina y charlamos. Clima, política, moda son nuestros temas. La caminata es torpe porque cada unos pocos pasos alguien se acerca a saludar. Eso tiene de particular Jujuy: nos conocemos todos y nos saludamos mucho.

Ya se me borró el tema del cuento. Cuando regreso, la batería de la computadora se ha consumido y hasta que la reinicio, caliento el agua para el mate. El mate nunca debe faltar. Recuerdo que debo pagar algunas cuentas. Están próximos los vencimientos.

El día transcurre implacable entre distractores que evitan que termine de escribir el cuento. Y ni hablar de los momentos destinados a la lectura. Eso lo abordaremos en una próxima entrega.

¡Buena vida y buenas lecturas!

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